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La Carta de las Responsabilidades Humanas: un instrumento para una sociedad alternativa?
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Reflexión sobre la historia de los modelos sociales Se trata de tomar como insumo que sirva de eje a la reflexión sobre una sociedad alternativa a la excluyente y depredadora actual, este documento emergente, nacido, precisamente, de un amplio, profundo y extendido dialogo colectivo y pluricultural, para avanzar a nuevos y urgentemente necesarios acuerdos éticos. De modo que sirva a aportar a la discusión sobre la experiencia histórica y los desafíos de reflexión y práctica en la construcción de un modelo u orden social alternativo. Partiendo de la premisa que una sociedad alternativa, como idea de un orden social de derechos efectivamente igualitarios para todos/as, con justicia social, libertad, fraternidad y felicidad, ha sido una idea permanente en la historia humana. Algunos ejemplos: Lao Tse en China milenaria, Platón en la Grecia esclavista, las primeras comunidades cristianas, variados "herejes" en la Edad media, Tomás Moro en Inglaterra de Enrique VIII, J.J. Rousseau en Francia iluminista y muchos otros/as. Que, muy esencialmente, en los fines del siglo XIX y principios del XX esa idea permanente se pretende "científica" y deriva en su desviación ideológica: el "cientificismo", es decir, de acuerdo al "espíritu de la época", los partidarios de estas ideas, llamadas "socialistas", creen firmemente en el carácter de "ley inevitable" de todo el conocimiento que producían. Así, mientras la "ciencia" es producir conocimiento mediante un(os) método(s) sistemático(s), el "cientificismo" es asumir la creencia que ese conocimiento producido es "reflejo exacto" de la realidad, una "ley inevitable", "objetiva". Tal cientificismo necesariamente llevó al autoritarismo, en la medida que si alguien cree haber encontrado la verdad "objetiva", la "ley -social, histórica o económica- inevitable" (y otras similares), a los demás sólo les puede conceder "salir de su error" y llegar a esta verdad única y objetiva, incuestionable". Esta creencia, que alcanzará extremos "religiosos" en cierta izquierda marxista (la "sinrazón de la razón es más extrema que la sinrazón misma", diría el Quijote), predominó en las luchas sociales del mundo hasta fines del siglo XX. La caída y descrédito de la experiencia soviética y la llamada "Cortina de hierro", la transformación de China en una mezcla de dictadura partidaria y capitalismo dirigido por el Estado, el retroceso de las luchas armadas en Centroamérica, los múltiples errores y horrores de varias experiencias centradas en esa concepción y otros factores concomitantes, terminaron con esa hegemonía. Al mismo tiempo, junto al fracaso y descrédito de esta concepción cientificista debido a la práctica autoritaria que generó, está también el descrédito traído por los avances de las ciencias, especialmente de la epistemología o filosofía de las ciencias y el lenguaje, que mostraron argumentadamente y con gran fuerza explicativa la debilidad de aquel mito cientificista, además de los avances en las propias ciencias "duras" -de las cuales originalmente, en el siglo XIX, tal cientificismo socialista pretendía nutrirse-, por ejemplo, en la física cuántica, el "principio de indeterminación", según el cual la propia observación científica modifica lo observado, tensionando fuertemente la "objetividad" y cualquier "linealidad inevitable" (Desconociendo esto es que los anti marxistas criticaron "el gran error marxista" de no prever el "Estado de bienestar", aunque, precisamente, tal Estado era producto, entre otras cosas, de la intervención del marxismo en la realidad). Aún cuando siempre hubo corrientes críticas y libertarias en el ámbito del debate socialista, ha sido en el albor del siglo XXI, en ese contexto ya sumariamente descrito, que su hegemonía en las luchas e ideas socialistas pasó de aquel "cientificismo" y su inevitable consecuencia: el autoritarismo, a la nueva concepción de socialismo "libertario", "moderno", "del siglo XXI", de "poder popular"; todas basadas en la búsqueda de una nueva base ética, como la expresada en la "Carta de Responsabilidades Humanas". En aquella concepción "ortodoxa" el socialismo era un tipo definido de modelo social al cual "llegar", como se llega a una fase o etapa en el camino lineal inevitable hacia el "comunismo". Muy esencialmente, en lo económico, se trataba del predominio de la planificación estatal; en lo político, del control y dirección del Partido o la vanguardia política revolucionaria sobre crecientes ámbitos de la vida, pública y privada, de las personas. Cuestionado, deslegitimado y fracasado ese modelo, ¿cómo definir, actualmente, la sociedad alternativa, de modo que sirva como horizonte de las luchas? La Carta de Responsabilidades Humanas, aporta líneas en este sentido. En primer lugar, por la negativa, es decir, en función de lo que no debe ser, lo que tiene que ser superado: El capitalismo y el autoritarismo de izquierda. Mientras el capitalismo tiene a su base y centro el lucro, la competencia y la exclusión de los menos aventajados, la actual reflexión libertaria tiene, por el contrario, la búsqueda de relaciones y orden social basados en el "Bien común", la "solidaridad" y la "inclusión protagónica e igualitaria de todos". El socialismo "ortodoxo" enfatizó (en algunos casos hasta el determinismo) el ámbito económico productivo y su categoría de clase, en el mejor de los casos, incorporando (a veces brillantemente) los ámbitos políticos y culturales (Gramsci y el Che, entre otros muchos, la Escuela de frankfurt superó incluso esos moldes). La lucha y reflexión por una sociedad alternativa en la actualidad, expresada en la Carta de Responsabilidades Humanas, incorpora y se enriquece con aportes en los ámbitos ético religiosos, étnicos, de género, ecológicos, de identidades sexuales no tradicionales y muchos otros, en su mayoría aportadas originariamente - o prácticamente - por sectores ajenos a las luchas socialistas "clásicas". Antes, se trataba de "asaltar el Estado" para "tomar el poder". Hoy, lo importante está en que el pueblo construya su poder propio, democrático; en función de ello y de cada situación se puede tomar diversas políticas hacia el Estado (esto es accesorio, no central). Antes era la "clase dominante" (burguesa, feudal, etc.) el enemigo a vencer. Hoy, nosotros sabemos, hemos aprendido, que nosotros mismos, los revolucionarios, también podemos convertirnos en los enemigos, si nos burocratizamos, si postergamos permanentemente el desarrollo de conciencia y organización autónomas del pueblo (autónomas incluso de nosotros, sí, hasta de nosotros), si nos mantenemos como "dirección" y "orientación" y el poder popular es para nosotros solo "apoyo popular" a nuestra "orientación". Mientras el capitalismo impone una "plutocracia" enmascarada de democracia representativa, y el autoritarismo de izquierda sospechó y desconfió del pueblo, buscando su dirección y control crecientes, la lucha y reflexión actual confía en el pueblo y construye su conciencia y organización para que asuma directamente la dirección y control de todos los asuntos. Se avanza ahí a la positiva, la generación de la propuesta: el "Poder Popular, asambleario, de los/as ciudadnos", donde, muy esencialmente, toda autoridad es, sin excepción, un vocero de su comunidad organizada y "manda obedeciéndola". Antes el socialismo fue un modelo y una etapa definida a la cual "llegar". Hoy es una construcción posible, abierta, un "camino que se hace al andar" (como diría Serrat). Donde la brújula está dada por superar lo que hay, pero donde las nuevas formas y dinámicas son una construcción y una aventura de los horizontes. Antes, predominaron los fines (Maquiavelo), ahora predominan los "principios". La clave, lo central, el dilema permanente a lo largo de la historia de los intentos humanos por ordenes sociales superiores, es la cuestión de la capacitación, conciencia y organización del pueblo. Desde los soviet rusos a las comunas campesinas de la China de Mao, de la democracia esclavista griega, la constituyente de la revolución francesa, hasta la actual plutocracia capitalista enmascarada de democracia representativa formal, subyace el mismo problema crucial y decisivo: la incapacitación del pueblo, producto de condiciones históricas múltiples, para dirigir y controlar directamente su destino, superando el apoyo o apatía frente a diversas y más capacitadas elites que sí lo hacen por, sin, y contra, él.
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