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Publicado em 17 de agosto de 2007
Traduções disponíveis em: français (original) . English . Português do Brasil .

Preámbulo

Nunca antes en la historia hemos tenido una influencia tan grande sobre las vidas sociales, políticas, económicas y culturales de unos y otros. Nunca antes hemos tenido tanto acceso a los conocimientos ni posibilidades para cambiar nuestro entorno. Sin embargo, a pesar de la envergadura de las oportunidades que derivan del desarrollo de las interrelaciones y a pesar de las nuevas habilidades conseguidas, siguen apareciendo crisis sin precedentes en muchos ámbitos. La creciente interdependencia entre personas, entre sociedades y entre los seres humanos y la naturaleza intensifica los efectos (a corto y largo plazo, cercanos y lejanos) de las acciones individuales y colectivas sobre la naturaleza y sobre los medios sociales.

Ahora bien, las instituciones sociales establecidas que deberían responder a los nuevos desafíos del siglo XXI se muestran cada vez menos eficaces. El papel tradicional del Estado se ve socavado por los abarcadores poderes de los mercados internacionales. Las instituciones científicas que persiguen los estrechos intereses de sus especialidades son muy poco proclives a ocuparse de las problemáticas mundiales que ponen a prueba a la humanidad. Las instituciones económicas internacionales no han frenado el vertiginoso aumento de las desigualdades. El mundo de los negocios prosigue su carrera por la ganancia a expensas de las consideraciones sociales y ambientales. Las instituciones religiosas no han podido dar respuestas adecuadas para los nuevos desafíos que enfrentan nuestras sociedades.

En un contexto de esta índole, a cada uno le incumbe asumir sus responsabilidades, tanto individuales como colectivas. Aparecen nuevas oportunidades para afrontar los nuevos desafíos. No solamente todos y cada uno de nosotros podemos jugar un papel en la redefinición de la responsabilidad sino que además tenemos responsabilidades por tomar. La fuerza colectiva que surja de la creación de nuevas redes nos permitirá reducir, e incluso superar, el sentimiento de impotencia que parece prevalecer.

Toda persona puede aspirar a un igual respeto de sus Derechos Humanos, pero las responsabilidades de cada uno son proporcionales a las posibilidades de las que dispone. La libertad, el acceso a la información, los conocimientos, la riqueza y el poder contribuyen, cada uno a su manera, a aumentar las posibilidades de ejercer responsabilidades y a reforzar también, en el plano individual, el deber de rendir cuentas de sus acciones.

La responsabilidad permite tomar en cuenta el presente y el futuro, sin por ello olvidar los actos del pasado. El pesado fardo de los daños cometidos por acciones colectivas debe ser reconocido moralmente por el grupo involucrado que, en la mayor medida posible, tiene que efectuar las reparaciones adecuadas y realizables. Puesto que sólo tenemos una comprensión parcial (en el sentido de subjetiva y de incompleta) de las consecuencias de nuestras acciones para el futuro, tenemos la responsabilidad de actuar con la mayor humildad y dar muestras de discernimiento.

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